lunes, 1 de agosto de 2011

The Troubles

Irlanda es una isla de contrastes, un microuniverso de lenguas, culturas e identidades. Con una extensión bastante limitada, esta porción de tierra se encuentra dividida en dos territorios, la Republica de Irlanda e Irlanda del Norte, dos mundos fuertemente unidos y a la vez distanciados.

Fue en la década de los 20 del siglo pasado, tras años de insurgencias, cuando los irlandeses al fin consiguieron la tan ansiada independencia del todavía Imperio Británico. No fue una conquista fácil, fueron muchos los muertos en una guerra abierta entre británicos e irlandeses. De este modo en 1922 se instauro Eire, una republica católica que comenzó a revalorizar la lengua de sus ancestros, el gaélico. Atrás había quedado el tiempo de héroes nacionales como Michael Collins y Richard Mulcahy

Pero el nacimiento de la nación irlandesa también supuso la aparición de Irlanda del Norte, un pequeño territorio de gran presencia britanica escorado al nordeste que dividía la isla y los denominados condados del Ulster. Lejos de apaciguar los problemas en Irlanda, la independencia los había complicado hasta límites que pocos podían imaginar. La región del Norte se convirtió pronto en un hervidero de luchas entre los dos grandes grupos mayoritarios, católicos y protestantes, a mi parecer, una equivocada forma de denominar a republicanos nacionalistas y unionistas-lealistas. Tal y como ha ocurrido durante siglos, la guerra de religiones ha ocultado (de forma mas o menos interesada) a una lucha política.

El sectarismo se instaló en el norte. El gobierno pro británico norirlandés inicio una política de marginación y ataque a los numerosos católico-nacionalistas irlandeses. La policía (Royal Constabulary), de mayoría ampliamente protestante, cometió numerosos excesos contra la población civil. Pero la respuesta de los católicos no se hizo esperar. Pronto surgirían las primeras bandas organizadas de republicanos catolicos. De entre todas ellas una fue especialmente sangrienta, el “Irish Republican Army” (IRA) en sus múltiples variantes surgidas a partir de secesiones internas. Sin embargo el IRA no fue el único grupo terrorista de este conflicto, el UVF (Ulster Volunteers Forces) o UDA (Ulster Defence Association) destacaron por el bando protestante.

Con este panorama, los atentados y los asesinatos comenzaron a sucederse. La espiral de violencia que parecía desangrar por completo a Irlanda fue llamada “The Troubles”, Los Problemas, una denominación simple y austera para una guerra con un sentido mucho mas profundo, una guerra no por religión, sino por la imposición de una identidad.

La Historia nos lleva a contabilizar más de 3000 muertos durante “The Troubles”. Las barriadas de Shankill y Falls Road de Belfast han teñido sus paredes con llamativos murales donde se muestran las caras de aquellos fallecidos a causa de la irracionalidad sectaria. Para muchos, leyendas como Bobby Sands, para otros, daños colaterales. Es curioso como estas manifestaciones de una crueldad tan reciente y viva en la actualidad se han convertido en una mera atracción turística para unos pocos “guiris” que se acercan a ellos para observarlos ante la incomprensión y la sorpresa de sus mensajes de violencia conjugada con paz.

Pero algo me dice que el proceso de paz iniciado en 1998 con los Acuerdos del Viernes Santo aun tiene un largo camino por recorrer. La ciudad de Derry/Londonderry es el ejemplo de ello. Una pequeña ciudad a orillas del río Foyle, frontera entre los barrios católicos y protestantes, que fue sede del Bloody Sunday norirlandés de 1972. La asistencia a una charla sobre el conflicto de Irlanda del Norte me puso sobre aviso de que aun existen limites para la paz. Un personaje de nombre John, excombatiente del IRA y en la actualidad autodenominado “peace worker” lo dejo bien claro.

Nos habló de cómo vio a sus amigos morir durante la época de mayores turbulencias lo que le “obligo” a participar activamente por la causa republicana hasta que un accidente le hizo cambiar su vida. El tomó el camino de las armas, sin embargo en su actual senda aun sigue defendiendose de una amenaza: “yo soy un pacificador, pero no significa que sea un pacifista”.

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