martes, 24 de mayo de 2011

...y seremos millones

El dolor se hacía cada vez más intenso, la respiración más angustiosa. Este era el fin, el fin de un sueño, de una misión suicida que unos pocos habían iniciado. Gente sin esperanza ni dignidad en busca de una vida mejor en la que poder sentirse personas. Era un buen motivo por el que luchar, era un buen motivo por el que morir.

Con dificultad, el tracio alzó la mirada observando el horizonte. El color anaranjado del cielo se tornaba azul. La noche estaba por llegar y con ella la esperanza de un nuevo día para la cercana ciudad de Capua.

¿Acaso este es el fin?- sollozó- ¿El fin de todo por lo que he luchado?

Poco a poco las fuerzas fueron abandonando su cuerpo herido. Apenas ya podía mantener una posición en la que poder respirar. Ya no sentía dolor. Sus ojos fueron nublándose, apagándose su hálito de vida.

Tuvo una visión de cómo logró alzarse con un ejército de despreciados, logrando demostrar a sus explotadores que existe un límite frente a la injusticia, un peaje por el dolor causado. Recordó a todos sus compañeros de armas, aquellos con los que derramó sangre y compartió un sueño truncado; las batallas en las que derrotaron a un doble enemigo, la opresión y el miedo; y, como no, los engaños de sus enemigos para frenar la explosión desesperada de miles de personas que como él lucharon por un deseo, el bien más preciado por el hombre: la libertad.

Él ya había cumplido con su cometido en la Historia. Sabía que tarde o temprano nadie puede escapar ante el grito de libertad y justicia de un pueblo hambriento.

¿Este es el fin?- y añadió- No, volveré y seremos millones.

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