
La curiosidad mató al gato. Habréis escuchado esta frase en más de una ocasión cuando husmeando demasiado os encontráis con que vuestro deseo de saber más os ha estallado en la cara. Y es que el mundo de los grandes descubrimientos no ha estado exento de historias extraordinarias de aquellos quienes demostraron al mundo que su interés por el hallazgo de las riquezas y conocimientos olvidados de nuestros antepasados bien valía arriesgarse, incluso sus propias vidas.
Uno de los nombres propios es el del escocés David Livingstone, descubridor de las Cataratas Victoria. Este médico nacido en Glasgow se erigiría como una de las grandes figuras de la exploración africana, algo que le valió ser reconocido por toda la Inglaterra victoriana. Famosas fueron sus expediciones por Zambia que le llevaron hasta un apartado lugar que era conocido por los locales como “el humo que truena”. Atraído por este peculiar nombre descubrió una de las cataratas más espectaculares vistas por el hombre, otorgándole su nombre en honor a su reina, por cierto, gran aficionada a leer sus aventuras africanas.
Pero no hay que marcharse tan atrás en el tiempo, pues muy reciente fue la aventura del noruego Thor Heyerdahl. Su pasión por la antropología y la historia, a pesar de su formación en biología, le llevaron a realizar una de las expediciones más épicas de las que se recuerdan para demostrar su teoría: las islas de la Polinesia habían sido colonizadas por gentes de América del Sur. Con apenas instrumental de navegación y una balsa realizada de troncos de madera consiguió salvar una distancia de 4700 kilómetros por un turbulento océano Pacífico. Pero la expedición “Kon-tiki” solo fue la punta del iceberg de una larga lista que finalizó en las pirámides de Güimar (Tenerife).
En México tenemos a Walter Alva, descubridor de la tumba más importante del Perú incaico, y posiblemente el descubrimiento arqueológico más increíble desde que Howard Carter hallase al mencionado Tutankhamon, el Señor de Sipán. No vivió Alva la época más romántica de la arqueología, aunque las circunstancias que le rodearon bien le valieron el mote de Indiana Jones. El tiempo que duró el proceso de excavación se convirtió en una auténtica batalla campal por hacerse con los restos antes que los huaqueros, traficantes y demás calaña saqueadora. No es de extrañar que el propio Alva trabajara todo el tiempo con revolver al cinto, no dudando en usarlo cuando las incursiones de los traficantes se hacían asfixiantes. Sin embargo, incluso con esas adversidades, el arqueólogo peruano salió victorioso de su particular aventura.
Serían muchos más los protagonistas de estas epopeyas, Edmund Hillary, Hiram Bingham o John Lloyd Stephens. Todos ellos aventureros, curiosos y, ante todo, valerosos hombres que, lejos de quedarse bloqueados ante tamaña dimensión de sus epopeyas, lograron ver cumplidos sus sueños, los que hoy en parte podemos disfrutar relajadamente por todo el mundo. ¿Quién se atreve a superarlos?
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