martes, 23 de noviembre de 2010

El Marco Polo español

Si nos remontamos a los años finales de la Edad Media seguro nos toparemos con una gran cantidad de noticias acerca de aventureros que, desafiando la precariedad técnica que por aquel tiempo existía, consiguieron llegar donde muy poca gente había llegado. Estamos hablando de los viajeros medievales que maravillados por los misterios de otras culturas decidieron realizar escritos describiendo sus visiones. El ejemplo más famoso es, sin duda, el de Marco Polo. El aventurero veneciano escribió en su “Libro de las Maravillas” todas las extraordinarias experiencias que tuvo en su viaje al Lejano Oriente cuyo punto álgido llegó cuando pudo entrevistarse con uno de los monarcas más poderosos del momento, Kublai Khan.

El caso de Marco Polo fue extraordinario, no obstante en España podemos enorgullecernos de tener a un viajero que también recorrió los caminos de Oriente y Occidente, Ruy González de Clavijo. Nacido en Madrid a finales del siglo XIV, desde muy joven entró a formar parte de la camarilla real del monarca castellano Enrique III. Sin embargo no fue hasta tiempo después cuando el rey de Castilla le encomendaría una misión que le cambiaría su vida: establecer una embajada en la corte del conquistador mongol Tamerlán.

Por aquel entonces Tamerlán había conseguido crear uno de los imperios más grandes del momento que tenía su capital en Samarcanda. Ese era el destino de nuestro Ruy González de Clavijo, que no dudaría en recoger todas sus exóticas peripecias en un libro que publicó tiempo después con el título “Embajada a Tamerlán”. El fastuoso recibimiento que obtuvo, las suntuosas fiestas a las que asistió y la descripción de la mágica ciudad de Samarcanda, hizo que su obra se convirtiera en la comidilla del momento en Castilla, incluso inspirando a nuevos viajeros a iniciar su camino.

El resultado de la embajada fue lo de menos, ya que la riquísima información que trajo de Oriente nos puede hacer hoy una idea de lo exuberante y misteriosa que era Asia. Fuente de mil y una leyendas que algunos privilegiados como nuestro Marco Polo español pudieron ver, sentir y vivir.






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